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sábado, 18 de enero de 2014

Nueva York, un viaje a la ciudad que nunca duerme



Manhattan, 25 de diciembre de 2013- Nueva York

Cuando llegas a Nueva York, una tiene siempre la sensación de estar protagonizando su propia película, aquella que ha definido algunos de tus planes dentro de tus pequeños sueños, tus inquietudes, tus conversaciones de antaño compartidas con los viejos amigos, algunas historias de ciudad inventadas en la imaginación mientras ves las seis temporadas de tu serie favorita otra vez, puede que ya sean tres las veces. O más.

Eran más de las 23.00 hora local cuando llegué al hotel, pero el camino desde Newark International Airport en New Jersey hasta Manhattan fue ya el anticipo de un mapa en el que empecé a dibujar nuevos horizontes en perspectiva. Para ser la primera noche, me colé hasta las entrañas, alojándome en pleno Times Square, en un hotel recientemente remodelado de diseño minimalista y lounge. El hotel me recibe acogedor y selecto. Y la ducha parece hacer milagros. Es hora de reponer fuerzas tras 8 horas de vuelo.

Toca dormir. Mañana empezará el auténtico viaje.





Battery Park, Staten Island, Wall Street y Zona cero, 26 de diciembre de 2013 - Nueva York

Las 7 a.m. y suena el despertador. Al abrir las cortinas vislumbro un día gris, sin apenas luz. Ropa de abrigo y botas cómodas sin tacón. Apuesto por un desayuno rápido fuera del hotel, en una cafetería clásica neoyorquina, de manera que me dispongo a ver cómo transcurre la vida en esta elegante e inmensa isla dentro de Nueva York. Un capucchino que arde y un croissant francés de mantequilla, exactamente como acostumbro en Barcelona, me dan la energía suficiente para salir por la puerta con la intención de coger la línea 1 de metro hasta South Ferry, en Battery Park. Allí, una vez dentro del Ferry que los locales de Manhattan embarcan a diario para ir a trabajar a Staten Island, me deleito con las vistas de la bahía de la isla y su inmensa Estatua de la Libertad, con su color verde debido al óxido del cobre apenas apreciable en la gran pantalla. Desembarco en Staten Island y no puedo evitar contemplar el primer skyline de la Gran Manzana. Un skyline nublado y frío, pero no menos maravilloso.

De regreso a Manhattan, me adentro por el distrito financiero en el famoso Wall Street hasta toparme con la Trinity Church, la iglesia episcopal de la Trinidad, construida en 1846 por Richard Upjohn bajo un estilo neogótico. Es la tercera parroquia que se levanta en el mismo lugar siendo la original construida en 1697. Revestida de piedra marrón con una torre de 86 metros de altura que hasta comienzos del siglo XX dominaba el cielo neoyorquino. Las puertas de cobre que representan la expulsión del paraíso de Adán y Eva, están basadas en las del baptisterio de Florencia de Ghiberti. En el pequeño cementerio situado junto a la iglesia, están enterradas personalidades del mundo de la política y las finanzas de Nueva York. Impacta detenerte a leer algunos nombres de las lápidas y sus fechas de nacimiento y muerte.

Continúo la ruta por Wall Street y, como si de un sólo escaparate se tratara, me encuentro con un desfile de impresionantes edificios destacados como lo son el Stock Exchange (Bolsa de Nueva York) o también el Federal Hall (Reserva Federal de Estados Unidos de América). Entre otros. Acabo en la zona cero, donde puedo observar la gran construcción ya casi finalizada del Liberty Building, que sustituye a las antiguas Torres Gemelas de la ciudad.


Nos detenemos a comer en Les Halles, una brasserie francesa recomendada en la Lonely Planet y de madera clásica en pleno Wall Street. Sopa de cebolla gratinada y un pescado rojo de Alaska horneado que me dejó un buen sabor en el recuerdo y en el paladar.

Por la tarde, tras la comida, visitamos uno de los conocidos grandes almacenes de moda en Nueva York, el Century 21. Llegan así las primeras compras de este viaje.



Cansada  tras un intenso día, me dirijo al hotel para una reparadora ducha y mejor cena.












Chinatown, Little Italy, Soho, Nolita y el Musem of Modern Art (MOMA), 27 de diciembre de 2013 - Nueva  York

Me despierto muy temprano, no puedo evitarlo. Es una rutina habitual en mí, más aún cuando la ilusión invade mi espacio y mi tiempo. Tengo la ruta preparada desde antes de venir.
Hoy pongo rumbo a Chinatown; me adentro en sus calles, paseo algo más lentamente por su eje central que es Mott Street. Tengo entonces la sensación de haber salido de Nueva York por un momento, todo lo que inunda mis sentidos es de origen asiático. Casi parece un paseo por cualquier hutong de Pekín como hice este pasado verano. Tiendas, olores y rostros de origen chino me rodean.

Tras un buen paseo, llego a la frontera de Chinatown con Little Italy, y este es otra vez otro mundo. A mi parecer, más interesante y agradable que el que acabo de dejar atrás con el viejo barrio chino de  Nueva York. En Little Italy, su calle principal pasa por Mulberry Street, donde a cada palmo puedes encontrar cafeterías y restaurantes italianos, y hasta un Museo donde se explica el proceso de formación de esta pequeña colonia italiana en medio de la gran manzana. Hago una parada en Ferrara Café, con un capuchino y briox de crema en mano revivo lo necesario para paliar los efectos de las dos horas que llevo caminando bajo el frío intenso de Norteamérica. Y con ello, consigo llegar hasta el distrito de Nolita, donde me detengo a visitar la famosa iglesia de Sant Patrick. Realizada en mármol blanco, con aspecto recargado propio del estilo neogótico, algo que la convierte en un edificio muy especial, sobre todo comparada con los edificios cuadrangulares que la rodean. Una vez en el interior, merece a pena observar con los ojos bien abiertos los enormes órganos compuestos por 3.920 y 5.918 tubos, así como la escultura de La Piedad, tres veces más grande que la de Miguel Ángel situada en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano.

Las luces a través de los grandes ventanales, su altura y su silencio me cautivan por un momento inolvidable.

El paseo continúa hasta llegar al barrio del Soho, ya empieza a ser la hora de hacer un alto en serio en el camino, pero el distrito del Soho parece sacado de un cuento inventado propiamente para Nueva York. Tiendas de primeras firmas en calles estrechas y concurridas que van alternándose entre restaurantes famosos y escaparates de diseño junto a los famosos, viejos y grandes almacenes convertidos en lofts para artistas, bohemios y burguesía neoyorquina.

La comida hoy será en Balthazar, uno de los restaurantes franceses más conocidos y nombrados de  Nueva York. Como suelo hacer, apuesto por un ceviche de pescado y marisco marinado que hizo el mejor de los remedios en mi estómago y mi alto en el camino.

Por la tarde, visito el MOMA. Cuadros de Picasso,Cézanne, Miró y mi querido René Magritte, se me asemejan paisajes antes nunca vistos ni soñados. Surrealismo por doquier y otras veces romanticismo exaltado que han sido imprescindibles en este viaje. Todas las estampas eran hipnotizantes, únicas. Un deleite para la vista y las emociones de cualquier persona sensible al arte.

A la salida, una copa de vino blanco en el prestigioso restaurante The Modern,  ubicado junto al MOMA, conocido y frecuentado por la clase alta de la ciudad y uno de los lugares que aparecen en la conocida serie Sexo en Nueva York. Concretamente, donde la emblemática Carrie Bradshaw comunica a las chicas que se ha comprometido con Big.

Regreso al hotel, ducha rápida y más que placentera. Vestido negro sobrio, medias y finos tacones. Iré a un lugar que marcará un antes y un después en mi pasión por  la gastronomía de delicatessen.

Esta noche la cena es en el famoso Coliccio & Sons, ubicado en la 10th Avenue, en pleno Meatpacking District, el barrio más chic de Nueva  York. Sin duda, un lugar más que recomendable aunque no apto para todos los bolsillos ni para frecuentar a diario. La gastronomía, el servicio, la excelencia en la atención, la presentación visual y verbal de cada plato por parte del reconocido chef, la luz de las velas y el champagne francés hicieron de la velada una noche inolvidable donde las haya. Esta experiencia fue única y traspasa el concepto habitual de salir a cenar.

Imperdonable no visitarlo una vez en la vida.









Fith Avenue, New York Public Library, Grand Central Terminal y Empire States en Manhattan, 28 de diciembre de 2013 - Nueva  York


Lo que esta mañana visitaré me deja literalmente sin aliento. 


Me dirijo a la 59 Street con la 5th Avenue. Y desde allí, emprendo camino dirección a la Grand Central Terminal, deteniéndome en cada detalle  y deleitándome en el lujo más ostentoso que una ciudad puede derrochar. Carruajes de caballos con mantas de terciopelo en las carrozas para cubrirte del frío que pasean por la ciudad, escaparates de vértigo que reflejan moda, complementos, diamantes, perfumes de alta gama y delicatessen para el paladar de las primeras y más exclusivas firmas internacionales. Sólo una palabra  puede resumir tanto color y tanto diseño concentrado en una misma Avenida. Glamour, en su máxima expresión.


Me impactó especialmente el edificio de Catier, con sus grandes lazos rojos de terciopelo que atraviesan su fachada y los felinos leopardos escalando por sus afiladas esquinas intentando colarse por las ventanas. Ella, la joya, está dentro.

Del mismo modo, ver en un salón de alta cosmética con mi nombre escrito a lo grande en pleno centro de la Quinta Avenida no fue menos llamativo de mi atención. 

No pude evitar la foto.

Bajando por la Quinta Avenida me adentro en la New York Public Library, inaugurada el 11 de mayo de 1911 es espectacular en elegancia. Con sus más de tres millones de libros, es una de las mejores dotadas del mundo. Su neoclasicismo exacerbado me hace contener el aliento. Las escalinatas de mármol con las enormes y anchas barandas, el acceso decorado con dos leones del escultor Edward C. Potter y sus dos fuentes, las lámparas de cristal de roca, el suelo extenso en espacio abierto. 

El silencio. Los libros. El conocimiento. La historia.


Aún emocionada, continúo mi ruta por Madison Avenue y también por Park Avenue, la zona alta y de más caché de todo Manhattan, donde se combinan edificios elegantes con halls y conserjes que parecen sacados de cuentos de príncipes y princesas. Limusinas en las esquinas, en plena calle, en cualquier parte. Finalmente, alcanzo la Grand Central Terminal, con sus famosas escalinatas y taquillas aparecidas en tantas películas. No puedo resistir la tentación de escoger una línea de metro acorde a mi ruta en esta gran estación central para dirigirme a mi hotel en pleno centro de la isla, en Times Square.


Comida local, ducha, breve descanso en la habitación, recomposición de mis fuerzas que el frío va mermando y me dispongo a poner el broche de oro del día en plena noche tras la cena cerca del hotel.

No conviene alejarse demasiado del centro del mundo cuando lo que queda por llegar esa noche es tan impactante como el Empire States Building. 

Visto en incontables películas y reconocidas series de televisión, soñado por millones de románticos, escenario de momentos únicos, inolvidables para muchos tortolitos y otros soñadores, la vista desde la planta 86 del edificio ofrece un skyline de Manhattan capaz de hacerte olvidar la respiración durante tanto tiempo que es posible llegar a ignorar que necesitas volver a respirar  para continuar con vida. En el mirador, casi a la altura de las estrellas y mientras Manhattan ruge bajo mis pies y mi asombrada mirada, un saxofonista amenizaba con un jazz neoyorquino uno de los momentos que, sin lugar a dudas, ha quedado para siempre como una película interminable, infinita y estática al amparo de mi retina y de mi corazón.


     
  
   



     
                  
  
   
  
  




Harlem y Metropolitan Museum, 29 de diciembre de 2013 - Nueva York
LLueve. 


El cielo está absolutamente cubierto y gris, pero mi mirada sigue azul tras los cristales de la ventana de mi habitación de hotel. Me he despertado con la sensación de lo que me espera hoy. No tardo en salir por la puerta y aventurarme a llegar hasta el  norte de la isla de Manhattan, Harlem. Cuando llego, todo es exactamente igual que tantas veces he visto en las películas de cine americano.Quizás porque sabía que, realmente, aquella era mi despedida.


Harlem es una de las áreas de Nueva York de la que todos los neoyorquinos hablan pero, durante un tiempo, la mayoría de ellos nunca se atrevieron a pisarla. La transformación que está sufriendo toda el área en los últimos años, mejorando la seguridad en las calles y la atracción de los curiosos ojos de los turistas están revitalizando económicamente la zona. A Harlem lo ubicamos entre la calle 96 al sur, la 155-160 al norte, la quinta avenida al este y el río Hudson al oeste. Se trata de un área en esencia afroamericana, aunque no podemos dejar de lado todos los hispanos que pueblan la zona este en el llamado Spanish Harlem o, en el otro extremo, al oeste, la zona de la Universidad de Columbia, con un perfil de población totalmente diferente, pues aquí encontraréis la comunidad negra de cierto status social y mayor poder adquisitivo.

Harlem debe su nombre a la época en la que los holandeses, allá por el año 1658, llegaron a la zona llamándola ‘Nuevo Harlem’ en honor a la ciudad de Harlem en Holanda. 
Hasta primeros del siglo XX, no llegaron hasta aquí los primeros hombres y mujeres de raza negra. Sin embargo, tras su llegada, la población creció rápidamente con el transcurso de los años, teniendo que recordar necesariamente ahora lo que en los años 20 se llamó el ‘Renacimiento de Harlem’ que fue refugio de ritmos negros, comida sureña y algunos de los nombres que no morirán nunca a pesar de los tiempos como el de Ella Fitzgerald, Duke Ellington o Louis Armstrong… Ellos fueron los protagonistas de interminables veladas de jazz en algunos de los múltiples clubes que durante la década de los 20, fueron testigos de este renacimiento y desarrollo cultural de Harlem.

Caminando varias manzanas a pie por la 125 Street llego hasta la Iglesia que me ofrecerá una experiencia única. Me siento en la parte superior de la Iglesia y presencio no sólo parte de la misa afroamericana para la comunidad de Harlem, sino todo un espectáculo del mejor y más auténtico gospel en pleno Nueva York. Acaba siendo un regalo para el alma y los sentidos.

Tras un largo rato de deleite, finaliza la misa y me dispongo a cruzar a pie gran parte del distrito de Harlem hasta llegar a la Universidad de Columbia deteniéndome antes en sitios con tanta historia y supremacía en la historia como el famoso Teatro Apollo, cuyo origen se remonta a 1872, aunque fue en 1928 cuando fue adquirido por Bill Minsky transformándolo en el actual Apollo y que, poco después, en 1932 fue comprado por Sidney S. Cohen tras la muerte de Minsky. El Teatro Apollo finalmente abrió sus puertas al público afroamericano en 1934, 20 años después de la primera inauguración, presentando "Jazz a la Carte". 
Una de las primeras participantes de la Noche Amateur Afroamericana fueuna bailarina que se volvió un éxito, nada menos que mi admirada desde siempre Ella Fitzgerald.
El 25 de junio del 2009 y tras la muerte del rey del pop Michael Jackson, el teatro escribió su nombre en la marquesina, junto a la de Ella Fitzgerald, Etta James, Lionel Richiel, James Brown y otros. Las luces  fueron encendidas y miles de fans fueron a conmemorar su muerte, ese fue uno de los días más oscuros.

Cuando dejo atrás el Teatro Apollo y alcanzo la parte más norteña de Harlem, la Universidad de Columbia me parece ahora mucho más impresionante que las veces que he podido verla en algunas películas años atrás. Y cuando la cruzo, alcanzo la Riverside Church, un espectáculo de la historia para la vista.

Esta Iglesia fue construida entre 1927 y 1933 y ha sido escenario de los discursos de grandes personajes de la historia de la humanidad como lo son Martin Luter King, Nelson Mandela y Kofi Annan, entre otros.

Por la tarde, como si con el deleite de MOMA la tarde del 27 de diciembre no hubiera sido suficiente, visito el Metropolitan Museum. Lo que aquí descubro es algo que jamás podré explicar ni con todas las palabras de un diccionario de la Real Academia. Cuando creía que casi lo había visto todo, el Metropolitan Museum me transporta a mundos que hasta hoy nunca antes había visitado. Solamente la parte dedicada a la historia de Egipto cautiva por completo todas las emociones posibles que una pueda tener disponibles en ese momento. Y cuando avanzas y te adentras en la época medieval, el arte asiático de Japón, China, India, Tibet, Nepal, así como en el lejano y salvaje oeste americano, te das cuenta que todas las expectativas quedan superadas de un plumazo, saltando de un mundo a otro como si estuviera jugando a saltar entre charcos siendo una niña.

Jamás había visto tanta belleza incluso en la propia disposición y diseño interior del propio museo. Paredes acristaladas de altura de vértigo, techos inalcanzables, columnas faraónicas, piedras, mármoles, colores, luces. Silencios que hablan. Miradas que se pierden entre estatuas y antigüedades. Tempo anclado. Historia.

Tres horas de sala en sala del Museo y es hora de marcharme, aunque no querría hacerlo todavía y seguramente tampoco después. Pero las puertas del Museo se cierran, y mi cuerpo pide tregua.

De regreso al hotel, aún tengo el último resquicio de fuerza para detenerme bajo el cielo nocturno de Manhattan y la indescriptible humedad que azota al Nueva York para hacerme una fotografía, a modo de nostalgia feliz, en la entrada del famoso edificio ubicado en el número 1.010 de la Quinta Avenida, donde los protagonistas de la ya mencionada serie y dos películas de la misma, Sexo en Nueva York, compran  un famoso ático con vistas panorámicas a la ciudad. El gran regalo de Big a Carrie fue el famoso vestidor blanco y lleno de luces leds integradas donde lo primero que guardó fueron un par de zapatos comprados en la más que conocida firma Manolo Blahnik.


Esta noche soñé belleza por doquier.














Central Park y Buddakan, 30 de diciembre de 2013 - Nueva York

Central Park es un enclave para románticos. En invierno y en un día como hoy, especialmente frío y nublado, predomina el ocre en la tierra y el azul grisáceo en el cielo. Y sin embargo, en Central Park, el verde sempre tiene cabida, hasta en el más crudo de los días de diciembre.

A mi paso, ardillas saltan por delante de mis pies, corren, suben y bajan de los árboles. Y me detengo en unos columpios como si de repente hubiera vuelto a ser una niña.

Un saxofonista afroamericano toca el saxo con una destreza exquisita y adereza las miradas, los sueños, el deambular de todos los que en ese momento pasean por el gran y magnifíco Central Park de Nueva York.

Cruzar el pulmón verde de Manhattan me lleva 4 largas horas de paseo bajo un frío poco soportable que va haciendo mella. El cuerpo va pidiendo reposo en algún lugar cálido pero en ese momento llego a uno de los puntos álgidos del parque, el mosaico Imagine, en homenaje a John Lenon, ubicado frente al Edificio Dakota en el que residía y donde el famoso cantante de The Beatles fue asesinado el 8 de diciembre de 1980 por un fanático que nos privó de su grandeza.

Un momento para la reflexión. Aunque en Central Park, cada rincón, cada camino, merecen una atención diferente y única. 

Sin duda, uno de los paisajes más bonitos del parque es el lago homenaje a Jacqueline Kennedy, que ocupa una cuarta parte de la superficie del parque y fue construido en 1862 para el suministro de agua potable a la ciudad, rodeado por un camino de 2,5 km para el paseo lúdico y deporte de los neoyorquinos.Y aún y así, no menor atención requieren el Bow Bridge, el puente más famoso y bonito del parque que aparece también en incontables películas; el Belvedere Castle, construido en 1869 desde cuya terraza se contemplan unas magníficas vistas del parque; o el Great Lawn, una gran esplanada de césped de 13,5 hectáreas famosa por aparecer en cualquiera de las escenas de películas y series televisivas rodadas en Central Park.

Por la tarde y tras la comida, me dirijo al hotel para descansar brevemente y regocijarme en el calor de un hotel cuya calefacción encendida no puede descansar. Sólo el calor, por encima de la comida, me permite reponer fuerzas para continuar el viaje. El frío de Nueva York este diciembre es helador. 

Esta noche salgo a cenar, en un acto de valentía, al Buddakan Restaurant, ubicado en el Meatpacking District, un restaurante donde el lujo se combina perfectamente con la espontaneidad más minimalista de la alta sociedad neoyorquina. La primera vez que supe de este tesoro escondido en la ciudad de Nueva York fue cuando apareció en la primera parte de la película Sexo en  Nueva York. 

A las 21.00 horas me espera la mesa reservada. La langosta no pudo llegar en mejor momento, y el vino blanco tampoco. 

Fue renacer. En plena noche de Manhattan.














Macy's y Times Square, 31 de diciembre de 2013 -  Nueva York

Hoy no habrá ruta, ha llegado el momento de concentrarnos en algunas compras que tenemos pendientes de hacer desde que llegamos, y se acaba el año.

En Macy's paso la mañana adquiriendo aquellos regalos que habíamos prometido para las personas queridas que esperan nuestro regreso y que andan preocupados por las noticias del clima que llegan a España a través de los medios de comunicación. Ciertamente, nunca el frío me había hecho tanto daño, literalmente el cuerpo duele. No es algo que se pueda obviar.

Tras la mañana de compras, la tarde la pasamos en el hotel reponiendo fuerzas para el gran momento de la noche en Times Square. 

Es increíble cómo un lugar puede llenarse en un mismo punto de tantas personas de tan diferentes lugares de planeta. Fuegos artificiales, confeti, alegría, abrazos y derroche de felicidad por todas las esquinas de Times Square. Todo un espectáculo que contagia de sueños y nuevas ilusiones hasta al más incrédulo de los hombres. 


La emoción es incontenible y, aunque me declaro enemiga de  las masificaciones desde siempre, confieso que la noche de fin de año en Times Square hay que vivirla al menos una vez en la vida. 


Es una experiencia vitalizante.










Puente de Brooklyn, 1 de enero de 2014 - Nueva York

Esta mañana desayuno en la habitación del hotel. No es posible explicar ni describir el frío que está azotando el estado de Nueva York. Salir a la calle es un acto por sí mismo convertido en una aventura, el frío y mucho más la humedad de la isla de Manhattan acompañado de fuerte viento impiden cualquier  propósito antes planificado. No tengo más opción a esperar a que el viento amaine, y no a que suban las temperaturas porque la previsión es que sigan en descenso.

A primera hora de la tarde, en un gesto de osadía por mi parte, me dirijo hacia Brooklyn, y cuando llego al distrito, ya a las afueras de Manhattan, cruzo el famoso puente a pie deteniéndome a contemplar la puesta de sol que algunos famosos y reconocido nombres del mundo del cine y del arte han descrito como un bálsamo para el alma. 

Hace muchísimo frío. No se puede explicar, sólo vivirlo.

La vista que el puente te ofrece de la isla y su perfil es alucinante, francamente es una de esas pequeñas rutas que una siempre recordará con cariño.


La construcción del Puente de Brooklyn comenzó el 2 de enero de 1870 y concluyó trece años más tarde, el 24 de mayo de 1883, cuando fue abierto al público. El primer día lo cruzaron un total de más de 1800 vehículos y 150.000 personas y en su construcción se gastaron 15,1 millones de dólares y murieron 27 personas. Construido con piedra caliza, granito y cemento, es de estilo arquitectónico neogótico, con sus característicos arcos apuntados en las dos torres laterales.

En el momento de su inauguración, el Puente de Brooklyn era el puente colgante más largo del mundo. Además, durante muchos años las torres que lo sostienen a ambos lados fueron las estructuras más altas del hemisferio occidental. Desde los años ochenta, se ilumina por las noches con el fin de acentuar su maravillosa silueta.

Sin duda, es un trayecto que hay que hacer en dirección Manhattan durante la puesta de sol. El paisaje que se dibuja mientras se cruza el puente parece ser el cuadro que a trazos va siendo definido por la mano de algún anónimo pintor neoyorquino que alguna vez emergió del propio puente.

Uno de los momentos más románticos es el punto en el que cientos de candados se encuentran atados a la estructura del puente en señal de un amor eterno del que muchas parejas que, llegadas a la isla de todas las partes del planeta, han querido dejar huella en un enclave tan mundial y arquitectónicamente famoso como es el Puente de Brooklyn.







Manhattan, 2 de enero de 2014 - Nueva York

Últimas compras de Navidad. Mañana muy fría y sin apenas luz en el cielo, muchos grados bajo cero. Apenas se aguanta el paso por las calles de Nueva York.

Por la tarde, una copa de vino caverneet sauvignon en el lobby del hotel esperando la llegada de Esther y Pablo para compartir con ellos la cena que luego disfrutamos en el Carmine's Midtown, muy próximo al hotel. 

La acumulación de nieve no te permite avanzar mucho más allá de Times Square y Broadway. 

Una cena para 4 y una despedida fotográfica en el centro del mundo. 








History Museum, Pastis, Meatpacking, High Line y Broadway, 3 de enero de 2014 - Nueva York

Amanece en blanco, la nieve ha decidido cubrirlo todo.

El Museo Natural de Historia es simplemente alucinante. No sé encontrar una palabra que pueda definirlo mejor. 

Como todo en Nueva York, está hecho a lo grande. Así que se necesitan horas para verlo con detenimiento, las mismas que le dedico yo durante toda la mañana hasta exactamente las 13.30 horas, momento en que llamo a un taxi para dirigirme al Pastis Restaurante en el corazón del Meatpacking District, donde nos esperan para comer Julia, Daniel y Beatriz, unos viejos amigos de esos entrañables que, por vivir Julia y Daniel en Holanda y Beatriz en Nueva York, podemos vernos contadas veces al cabo del año y no cada año logramos coincidir. Sin duda, verlos siempre es más que grato y la coincidencia de estar en las mismas fechas en Nueva York fue  un gran regalo para todos nosotros.

Pastis Restaurant aparece también en la ya mencionada serie Sexo en Nueva York, pero también en la película de Woody Allen "Melinda & Melinda". La comida es excelente, el lugar emblemático.

Al acabar la comida, los 5 decidimos pasear entre nieve y frío provocando, por nuestra alegría de reencontrarnos en un lugar tan deseado como Manhattan, una batalla de bolas de nieve mientras caminos por el chic y a la vez bohemio Meatpacking District, hasta alcanzar el famoso High  Line que te ofrece también  una visión diferente de la isla. 

High Line es un parque urbano elevado construido sobre una antigua línea de ferrocarril de Nueva York. La plataforma elevada dejó de utilizarse en 1980 y, en 2003, 23 años más tarde, se comenzó a pensar en diversos usos de ésta. Durante todo el recorrido el parque High Line está repleto de bancos para sentarse o tumbarse, siendo un lugar que ha adquirido importancia a la hora de tomar el sol en verano. Su primera fase se inauguró el 9 de junio de 2009 y hoy es uno de los puntos más visitados de la Gran Manzana.

El frío del paseo nos deja literalmente las piernas dormidas y el cuerpo encogido, por lo que debemos, a pesar de no quererlo, despedirnos y fundirnos en un abrazo al estilo del término que utiliza Daniel de "formación de invierno" (nunca olvidaré lo que esta frase nos ha hecho reír). Y fundidos entre abrazos y sonrisas que esconden  mucha emoción contenida, nos despedimos sin saber cuándo será la próxima vez que volveremos a encontrarnos. Ni dónde.

Regreso al hotel, ducha, ropa limpia y  otra vez salimos. Tras la cena, me espera algo que sabía antes de que  llegara el momento  iba a ser una experiencia inolvidable, el famoso musical de The Lion King en Broadway. 

A lo largo de mi vida, he tenido oportunidad de asistir a varios musicales en diferentes escenarios, sin embargo, nada parecido a lo que esta noche me espera en Broadway. Una insuperable puesta en escena y mejor actuación. Indescriptible la perfección que esta noche cobra vida ante mis ojos. 

Inolvidable. Nada más. 







Rockefeller Center y Top of the Rock, 4 de enero de 2014 - Nueva York

La mañana amanece con un sol espectacular bajo la nieve que aún se mantiene acumulada en las aceras y calzadas de la ciudad. Un desayuno clásico neoyorquino y nos dirigimos a uno de los puntos álgidos y mundialmente visitados en  la gran ciudad, el famoso Rockefeller Center, con su pista central de patinaje y su complejo de 19 edificios comerciales donde se encuentras algunas de las boutiques más lujosas de Nueva York.

No cabe olvidarnos del famoso abeto de 75 años de edad que preside toda esta área y que con sus más de 23 metros de altura, cuenta con una estrella de Swarovski hecha con 25.000 cristales de  Swarovski que ofrecen une efecto de destello en parpadeo, y que en su vértice más alto que cumple ya 10 años en la cúspide del árbol navideño más grande del mundo.

Tras un breve paseo por la zona, subimos al Top of the Rock, y desde su planta número 67 y  más tarde desde la planta 69, divisamos a nuestros pies, al estilo del Empire States, un skyline esta vez a plena luz del día y con un sol radiante de Manhatann capaz de hacer que el silencio sea lo único que te envuelve durante todo el tiempo que perpleja e hipnotizada contemplé la mejor de las estampas de esta gran ciudad, considerada la capital del mundo.

Otro de los momentos inolvidables de Manhattan. Y como si de una despedida se tratara, fue la  última vez que pude ver en toda su majestuosidad a Nueva York. Quizás porque la ciudad sabía que apenas me quedaban  unas horas en su viejo asfalto. Quizás  porque fui valiente cada día y el frío no me frenó ni un solo minuto a pesar del dolor físico que llegaba a suponer vivir a 20 grados bajo cero. Quizás porque la ciudad se enamoró de mí como yo lo había hecho mucho tiempo antes de ella. 

Quizás por lo que fuera,Manhattan me regaló  la mejor de su luz y el mejor de los días soleados que una ciudad puede tener en un día de invierno. Y frente a frente y en las alturas casi rozando con las manos alguno de aquellos rayos de sol, me llevé de vuelta a casa la mejor luz y el mejor calor de Manhattan.











16 comentarios:

  1. Alucinante relato Eva, para mí sigues siendo una crack indiscutible en el relato de diario de viajes, eres única. Consigues transmitir toda la emoción que tú has sentido en cada esquina de cada lugar que visitas, y al final, como ya te han dicho muchas veces, todos viajamos contigo.
    Las fotos sin duda, excelentes y haciendo justifica a tu texto.

    ¡Enhorabuena otra vez, un abrazo de esos inmensos y gracias por compartir Nueva York con nosotros!

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  2. Allí donde vayas, iluminas cada rincón con tu luz. Te comes el mundo con la mirada, y la cámara ni digamos.
    El viaje, por supuesto excelente, un clásico a visitar una vez en la vida como es Manhattan tenías que hacerlo tarde o temprano. Ahora ya es tuyo y, gracias a tu maravilloso, detallista y enriquecedor texto, algo nuestro.

    Gracias, un fuerte abrazo chica azul (incluso en los días más fríos de diciembre en plena ola de frío polar y en el corazón de Manhattan a temperaturas extremas, sigues siendo azul).

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  3. ¡Pero qué guapa estás en las fotos Eva, jajaja! El viaje es una pasada, yo estuve hace un par de años y tengo un grato recuerdo de Nueva York, allí en invierno siempre hace frío pero este año ha sido duro y tú lo has soportado, ¡felicidades preciosa!.

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  4. Tú Eva, guapísima como siempre.

    Tu narración: absolutamente emocional que incorpora como si fuera poca cosa un gran conocimiento cultural desde el punto de vista histórico, arquitectónico y social del lugar que estás visitando. Felicidades Eva, me quito el sombrero.

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  5. Guaooooooooooo, el viaje es una pasada seguro y el relato a mí personalmente me ha hecho vibrar. Las fotos son increíbles y me han ayudado mucho a visualzar cada emoción compartida en tantas líneas de texto.

    Sin duda un viaje pendiente pero creo que con mejor clima, apostaré por una primavera...

    ¡Besos a todos!

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  6. Sin palabras, como siempre nos dejas. No sé qué opinará el resto pero tu estilo me recuerda al de Javier Marías, otro (junto contigo) de mis autores favoritos. Como opinaba Marc Soler rompiendo un poco el hielo, tienes una facilidad innata para transmitirnos tus emociones. Y no es fácil en los tiempos que corren que alguien tenga tendencia a sentir lo que otro describe, pero tú tienes ese don.

    Mis más sinceras felicitaciones Eva, te auguro los mejores de los éxitos, más del que has tenido ya entre tus fans.



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  7. Pues qué voy a decir yo que no hayan dicho ya, salvo añadir una declarada envidia sana por ser como tú cuando sea mayor (y eso que soy mayor que tú). Menudos viajes te pagas Eva. Está claro que son grandes viajes, pero la sensibilidad con la que nos transmites cada uno de los días que llenas con tus rutas y tus sentimientos hacen de ellos aún viajes más especiales a los ojos de los demás. Y por supuesto, las fotos son maravillosas para hacernos acabar de oír es vocecita que nos dice "yo también voy a ir ahí".

    Jajaja, al leerte seguro que eso lo decimos todos, pero pocos lo confesamos. Enhorabuena.

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  8. Querida Eva,

    antes algunos te decían que tienes un estilo único para transmitir emociones y que eres única en diarios de viajes. Yo quiero añadir algo más: tienes un estilo único en tu forma de vestir, me encanta lo femenina que eres hasta en temperaturas extremas, cuidas cada detalle en ti, y lo mismo te pones unos leotardos ye ye con unas botas que no pierdes ni un ápice de tu estilo elegante que como cuando te pones unos tacones y una americana. Y luego dicen que vestir bien hace la belleza, pues tú hasta con bambas estás sexy.

    Por cierto, excelente relato.

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  9. ¡Que bueno! Me encantan las fotos, aunque debo decir en nombre de quién las vea que esto de ir dando envidia al personal no está bien :P

    PD: Me declaro fan absoluto de este blog. Deberías dedicarte a ser blogger de viajes :) ¡Muchos besos!

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  10. Eva, que realmente reflejas la experiencia neoyorkina de forma excelente. Que te lo dice una newyorker. Fue muy, muy lindo compartir el almuerzo y la guerra de nieve aquel dia. Felicidades. Un abrazo.

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  11. Alucinante, me ha encantado descubrirte Eva. Me habían recomendado tu blog, y después de leerte me doy cuenta por qué. Enhorabuena. Me declaro seguidor tuyo a partir de hoy. Incondicional.
    Gracias por compartir tanto, es un curro este blog.

    Un abrazo.

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  12. Es una ciudad fascinante y la autora nos ha transportado a ella a través de sus ojos. Es, sin dudarlo, una mirada más profunda que el propio azul de los ojos de Eva. La mirada de su corazón, y con sus latidos nos va desgranando cada emoción, y nos llega con su amor, su luz y su azul.

    Me ha gustado mucho Eva, ha sido un placer descubrirte. Ya sumas otro incondicional más.

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  13. Nueva York es una ciudad que enamora a casi todos los mortales, sucede lo mismo que con París aunque en modos distintos, obvio.

    Este viaje siempre es un gran viaje, y una grata experiencia para el recuerdo. La narración un gran trabajo por parte de Eva, enhorabuena.

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  14. Me ha encantado Eva, qué pasada de viaje, y encima así explicado y con estas fotos...pues inevitable sentir un poquito de envidia sana!

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  15. Nueva York durante una parte de mi vida, fue un constante ir y venir desde España. Siempre lo recorría a pie, y difícilmente cuando quería tomar un taxi lo conseguía, salvo que lo pudiera pedir desde la recepción del hotel, cosa que rara vez hacía. Lo que me hizo conocerlo de cabo a rabo.
    La lectura de este relato/guía/libro de historia, ha conseguido que durante media hora vuelva a recorrer sus calles, sus lugares emblemáticos y todo aquello que me emocionó durante tantos días de mi vida.
    Sientes las calles, su tráfico, su olor a café regular o su exquisita e internacional cocina.
    Cada una de las descripciones las trasmites con tanta fiabilidad, que logras que como lector me abstraiga del lugar en que escribo este agradecimiento por lo que has narrado.
    Felicidades por lo que nos has contado.

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  16. ¡Impresionante Eva, menudo frío, qué valiente!. Leyéndote hasta yo sentía frío. Emociona muchísimo leerte, transmites una barbaridad. ¡Qué bien escribes!

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