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domingo, 25 de septiembre de 2011

Soñé con África


Así empezó todo.
Con las huellas de un sueño marcado en mis entrañas.

Empezaba el día. No había imaginado que pudiera volar tan alto alguna vez, pero aquella mañana, lo hice. Sólo subirme a la lancha en el lago Naivasha, mis cinco sentidos se elevaron hasta tocar el cielo.



Luego paseé por sus verdes valles bajo un cielo azul hipnotizador, y me encontré con impalas que parecían querer demostrarme su fuerza y su dominio para impresionarme. Lo consiguieron.



Y las jirafas me sorprendieron de entre los árboles. Parecía estar en un cuento de hadas. Sin embargo, estaba en un lugar mejor, el paraíso en la Tierra.



Los babuinos no prestaron atención a mi presencia, ellos preferían continuar con sus quehaceres cotidianos, entre ellos, los cuidados que una madre procura a sus retoños.



En Nakuru, un bello y joven león contempla el atardecer sobre el lago y la sabana. En Kenia, todo es mágico. Incluso el aire.



En cambio, los rinocerontes y las cebras aprovechan para pastar antes de que la noche sea ya cerrada. Bajo las estrellas es mejor mantenerse alerta para evitar a los depredadores que tan cerca descansan esperando justamente eso, el atardecer. Es entonces cuando el destino puede cambiar la vida en la sabana.



Pero no podía irme del lago Nakuru sin antes contemplar la mejor estampa que te ofrece el lugar. Los flamencos que visten y adornan el lago con su tan subliminal elegancia. Y no, tampoco pude evitar recordar la película Memorias de África. Aquella imagen era real, como su historia.



Pero cuando volvía sobre mis pasos aquella misma tarde, me encontré de repente con una enorme manada de gacelas que se disponían a protegerse de la ya inmediata oscuridad,de la noche que estaba a punto de decirme también a mi que debía retirarme de la magia de la sabana de Nakuru. ¿Cómo podía irme?. Me resistía.



Al día siguiente, en Masai Mara, la primera estampa que me encontré fue a una madre de babuino que llevaba a su bebé a cuestas y, en esta ocasión, sí reparó en nuestra presencia, e hizo un alto en el camino. Casi como si madre y cría quisieran acompañarnos deteniendo el instante del mutuo silencio.



Minutos después, una pareja macho y hembra de cebras se proporcionan todo el cariño del mundo frente a mis ojos. Me emociono, irremediablemente.



Y continuando mi camino, dos retoños de elefantes juegan con sus preciosas trompas bajo la atenta mirada de su madre. Parecía un óleo que el destino me estaba regalando a cada paso.



Y a sólo unos metros de ellos, estas curiosas aves caminaban entre la hierba de Masai Mara regalándonos un azul de ensueño.



Fue un día intenso en Masai Mara, y me disponía a regresar a mi lodge, pero en mi vuelta y sin siquiera imaginarlo, me topé de frente con una preciosa leona que agazapada entre arbustos y alta hierba, escogía seriamente a la víctima que en ese atardecer sería presa de sus enormes garras y delineadas mandíbulas.



Con la adrenalina en la mente y en el corazón, me relajé mirando cómo se cerraba el cielo.
Anochecía, y se podía oler la tormenta. Aquella que le prometí a Kenia antes de irme.
Aquella que le regalé.



Un nuevo despertar en Masai Mara, y otra vez una manada con crías que miran curiosas nuestra presencia, nuestro paso por la sabana. Esta vez eran búfalos, tantos que no pude contarlos, pero mis ojos se clavaron en la cría, y mi cámara también.

Qué ternura, qué maravilla.
Era tan pequeña, que la hierba casi la cubría, pero ahí estaba. Y ahí estuve.



Bajo un sol abrasador y desde lo alto de una colina, pudimos contemplar que la magia aún existe.
El verde de Masai Mara bajo nuestros pies y un azul índigo sobre nuestras cabezas.
La pureza de un continente que fue, quizás, el origen de lo que hoy somos.



Era ya mediodía y el calor casi insoportable. Aquel guepardo se cobijó bajo la sombra de un matorral.
Yo prefería soportar lo inaguantable del clima y disfrutar de la belleza de su estampa.
Mis ojos abiertos de par en par, mi labios mudos, mi alma encendida.



En el río Mara, un enorme cocodrilo adulto lucía sus bellos colores bajo el sol cegador, mientras mi amigo hipopótamo prefería, como una paradoja, sumergirse en agua sin dar opción a nada más.



Habíamos comido en plena reserva natural de Masai Mara, y a media tarde contemplé el más alto de todos mis queridos amigos africanos. Dos enormes ejemplares de jirafas que lucieron su preciosas manchas asimétricas frente a nuestros ojos. Y frente a nuestros objetivos.
Un momento inspirador, un momento para recordar.



Hoy abandonaba Masai Mara, me disponía a cruzar la frontera con Tanzania, pero todavía Kenia tenía que regalarme el mejor de todos los lienzos. Dos leonas con sus 7 cachorros nos mostraron la natural crueldad y la ternura de la vida en la sabana.
Me dejaron muy claro quién mandaba en uno de los lugares más salvajes del planeta.
Los cachorros juegan y entrenan con su juego las primeras peleas que, siendo adultos, serán mucho más serias y nada tendrán de juego.



Uno de los más pequeños, me observaba con enorme curiosidad. Tanta como la que yo sentía hacia él.
Tenía ganas de abrazarlo.



Pero su madre, con gran paciencia hacia sus pequeños y sus niñerías, me recordaba que yo, allí, sólo era una intrusa. Le mordían la cola, pero sólo porque ella era una gran madre.
Y ella era la reina.



Se disponía a cuidar, ante mi presencia, su tan preciada caza, no fuera que yo también tuviera hambre y pugnara por tal codiciado trofeo. Sus cachorros estaban antes que yo.
No había duda para ninguna de las dos. Yo también opinaba lo mismo.



Los cachorros se lanzan al ágape que su madre y su tía les habían regalado.
Yo sólo podía mirar. Y debía.



Tras el festín, era la hora del juego. Pronto empezaría a hacer calor.
Aún era temprano, aún se podía jugar.
Yo fui feliz.



La madre se relame mientras se dirige hacia mí. Estaba tranquila, ya había comido.
Cruzamos las miradas. Y las clavamos.
No podía discernir si soñaba o era.
Hoy sé que no sólo estaba, también era. Fui.
Y hoy soy.



Madre y cachorro necesitan beber, el sol ya había salido.
Pero yo no quería irme, el sol era lo de menos.
La vida lo era todo.



Nos fuimos abandonando Kenia y cruzando la frontera con Tanzania. Y llegamos al gran Lago Victoria.
Fue ya al atardecer. Renací.



La primera mañana tras el desayuno en el Speke Bay Lodge en el Lago Victoria, nos visitaron gratos compañeros de viaje en nuestro paso por tan magnífíco país. Tanzania era mágico.
Los pájaros amarillos y numerosos.
Les gustaban las tostadas, los brioches y hasta el zumo.
Y el olor del café parecía reconfortarnos a unos y otros.



Con el primer sol de la mañana, navegamos por el Lago Victoria.
Soñamos.



Cuando anclamos en la orilla del lago, paseamos en un pequeño pueblo de pescadores que vive a sus orillas.
Los niños eran tantos...



Sonreían.



Me daban la mano.



Me sorprendían con su belleza.



Me saludaban.



Me llevaron de la mano hasta su escuela.



Y por la tarde, exhausta y feliz, regresé a mi lodge para contemplar la puesta de sol.



Sin embargo, al día siguiente hubo más.
Más felicidad.


Y también hubo tiempo para nosotros, un paseo entre la sabana y la selva de Tanzania, cruzando puentes y columpiándonos en troncos de árboles.
Sólo era capaz de reír.



Hoy visito Serengeti. Pisaré su tierra, y con la mano la palparé.



Volví a encontrar al gigante del agua.
Y otra vez se acercó a saludarme. Lo miré, me miró.



Y en Tanzania, en plena reserva natural del Serengeti, encontré a mi gran preferido.
Allí estaba, allí lo encontré.
Mi querido leopardo, allí me diste la felicidad y toda la emoción contenida que, de repente, estalló en júbilo entre sonrisas y ojos emocionados.
No quería moverme, no pude hacerlo.
Y allí me quedé, contigo.



Y como si quisieras hacerme un regalo, bajaste del árbol y cruzaste ante mí, a tan poca distancia que oía cómo crujía la hierba cuando caminabas. Tu mirada fue la mía, tu aliento también.
Aquello no podía acabar. Soñaba.



Otro día en Serengeti, visité a un poblado Masai. El recibimiento fue espectacularmente tradicional.
Su cultura milenaria, aún me sorprende.



Y continué mi camino hacia el cráter de Ngorongoro, y antes de bajar a él, desde su cima, una panorámica de lo que más tarde pisaría.



Bajamos al cráter, y en él un lago que baña gran parte de su tierra, dando vida a los hipopótamos que en él albergan, pero también al resto de especies que se acercan a beber agua.



Por la noche, y a 2.500 metros de altura, cenamos y dormimos en el Wildlife de Ngorongoro.
Y antes, frente a la chimenea, una reconfortante copa de vino tinto que restauró mi cuerpo y mi mente.
El frío era estremecedor.


Hoy partimos hacia Zanzíbar, el viaje ya era en sí espectacular desde el avión.



La perspectiva desde las alturas me lo decía.




Y el primer día en Zanzíbar, visitamos Stone Town y comimos en pleno centro de la ciudad en la terraza de un hotel ubicado en el ático de un pequeño edificio tradicional de la isla.



La tarde fue para contemplar otra puesta de sol. Aquí las palabras enmudecían.



Mis pies pisaron la arena prediciendo la noche.



Me fusioné con el rojo del horizonte.
El mar se llevó mi alma.
El sol me estaba esperando.
Lo abracé. Me fundí.



Al día siguiente hubo otra puesta de sol, pero desde otro ángulo.
La brisa me acompañó.



La comida siempre junto al mar. Nos habíamos hecho amigos.
Todo lo hacíamos juntos. Incluso soñar.



Me gustaba visitarlo por las tardes.
Me gustaban sus lugares más recónditos, es ahí donde él me contaba sus secretos.
Y yo los míos.



Aunque hoy optaré por la piscina. Con su suelo de piedra natural parecía estar en un lago en algún lugar perdido de una isla cualquiera.


Y el sol me bañó todos los días, mucho más de lo que el mar pudo hacerlo.


Fotos realizadas por Juan M. Valdés

17 comentarios:

  1. Sobrecogedoras tus palabras Eva, que me transportan a cada uno de los lugares que has visitado en África. Estoy convencida que has cumplido un sueño. Las fotos son maravillosas.
    ¡Enhorabuena!.

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  2. Me hace feliz tu enorme felicidad.

    Un fuerte abrazo Eva.

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  3. ¡Eva, qué belleza de fotografías!. Mientras te leía y miraba las fotos has conseguido que esté allí, ¡mi mente ha volado a África por unos minutos, yo también quiero ir!

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  4. Eva, ¡Qué viaje tan espectacular! Me imagino que es un sueño que has logrado cumplir, las fotos son elocuentes, los animales en su propio entorno, la gente, y tú, tan bella, tan natural! me ha encantado todo, muchas gracias por avisarme de tu viaje!

    Besos y buen día en Serengueti!!!

    Blanca

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  5. Emocionantes palabras que unidas a las preciosas imágenes que nos regalais hacen de este momento uno de los más preciados tesoros que he podido ver...me emocionaron esas puestas de sol que cautivaron mi mirada...Tengo que ir!!! jajaja
    Un besazo!!

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  6. Las fotos son impresionantes, captan estupendamente el espíritu salvaje y a la vez acogedor de Africa. Efectivamente, el reportaje incita a viajar a ese continente, tan cercano y tan olvidado. Enhorabuena (por el viaje y por contárnoslo). Un saludo.

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  7. Me ha encantado, mi mujer que también se llama Eva suele realizar reportajes de nuestros viajes explicando situaciones y experiencias,la voy a invitar a que vea tu blog, merece la pena. Además de las fantástica fotos, los comentarios te hacen sentir la magia de África..., felicidades!!!

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  8. Me ha encantado tu relato, expresas magia en tus palabras, y por supuesto las fotografías hacen homenaje a tu escritura.

    Un placer.

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  9. Muy buenos días Eva,
    En mi linea de reconocimiento ante esa forma única y especial que tienes de relatar las cosas... hoy especialmente me han saltados incluso lágrimas de emoción, según visionaba las fotos y los textos... Todo se fusionaba de tal forma que parecía una película en fotogramas de la cual todos éramos un poquito protagonistas no presenciales.
    No sabría decirte si debido a estar más o menos sensible que en otras ocasiones... pero lo que si te puedo asegurar és que he leído tu blog en el momento idoneo ^^.
    Un besote enooorme para ti y Juan,
    Y de nuevo, muchiiiisimas gracias por compartir esta lindísma experiencia :)*

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  10. Impresionado estoy con lo que nos transmites. Gracias por hacerme volar, me ha parecido incluso haber pisado contigo ese camino en pleno Serengeti por el que te veo caminar de espaldas en una foto.
    Las imágenes son preciosas, tu relato estremecedoramente bello.

    Un auténtico placer.

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  11. Eva, tú no has vuelto todavía de África. Sigues allí. Nos lo demuestra tu alma al escribir estas palabras: su balbuceo. "Renací", dices en un momento dado. Y ese renacimiento es un don sagrado. Porque al renacer viste las cosas de otro modo. Sentiste -estoy convencido de ello- que tu ser se fundía al Ser de Dios, que eras incapaz de tanto gozo. Y mirabas la sabana, los animales, el paisaje, las personas..., como si el mundo estuviera recién creado, como si abrieras por primera vez los ojos, como si el alma no cupiera en ti. Esa mirada tuya, esa mirada de amor en ese constante y bellísimo renacimiento que es la vida: tu vida.

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  12. Eva, felicidades!!!! Es todo magia, belleza al natural y espero que se quede así y que no pierda ese color. Quiero imaginarme Africa así, sin más... Perfecto!!! Un beso, Beatriz

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  13. Aho!!!! Claro, el paraíso está aquí, el Gran Espíritu nos puso en él, cada tribu está en el mejor lugar porque ahí debe estar. Viste a los hermanos Masai, su tradición, su respeto, su conocicierto, su conexión con la creación, esa misma conexión que tu tienes, basta ver todos los animalitos que se cruzaron en tu camino, al mirarte en sus ojos y sentirlos ya estás conectándote con ellos, con su poder, con su medicina, pregunta a tu corazón con cual de ellos te sentiste más conectada, tal vez sea el animal de poder de tu centro, el que te protege y cuida. Tal vez es una de las razones por las que tenías que ir a Africa, todos son mensajes, todo el tiempo se nos hacen llegar, has recibido medicina de todos esos lugares sagrados, sus guardianes, protectores, sus seres sintientes, tanto los que viste como los que no. Todo es porque así debe ser y es perfecto!
    Tlazohkamati!!
    Cualli tonaltzintli!!! (Buenos días)

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  14. más que excelente....hermoso de verdad

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  15. Me encanta tu narrativa es clara, sencilla, emotiva, muy interesante que nos mantienes pegados a tus historias. Nos conduces suavemente por tu periplo en África y nos llevas de la mano sin que queramos desviarnos por un momento. Captas nuestra atención de forma inmediata. Vivimos, a la par tuya, toda tu experiencia. Cuadros bellos, vida salvaje, la naturaleza imponente, que acompañan a tu narración.
    Felicitaciones.
    Mario Rincón.

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  16. Consigues trasladar al lector hasta el lugar de los acontecimientos. Las sensaciones que percibes, según van pasando las palabras por mis ojos, las convierto en propias.
    Preciosas fotos.
    Carlos M. Corchado

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